viernes, 17 de septiembre de 2010

VIO USTED COMPADRITO QUE PARA PENDEJO NO HAY MEJOR QUE EL CAMANEJO


Allá por 1914, Raúl Ponce se encontraba a puertas de cumplir media centuria; el cual se preparaba para celebrarlo a lo grande con todos sus familiares y amigos, ya que este era muy querido por todos los pobladores del distrito de La Pampa. El cumpleañero para dicha fecha contaba con dos robustos cerdos, un borrego, dos pavos y tres gallinas; con los cuales pensaba preparar los más riquísimos platos.
Raúl en los días próximos a su fiesta, alimentaba esmeradamente a sus animales, cuando una tarde se apareció por casa su buen amigo Don Benito Fernández, alegrándose este por encontrar a su compadre dando jubilosos silbidos; comprometiéndose con él, a ayudarlo en lo que sea necesario y tener todo listo para la celebración.
Así llegó el día esperado y con el cantar del gallo, Benito fue a la casa de Raúl para ayudarle a degollar sus animales; luego los entusiasmados compadres se dirigieron a los corrales de la casa, para darse con la gran sorpresa de encontrar a todos estos tirados por el suelo, a los cuales les salía una rara espuma por sus hocicos y picos; lo que los llevó a pensar que habían sido envenenados. Raúl gritó de pavor ante la escena, al igual que Benito, quienes no podían creer lo que estaban viendo y a la vez se preguntaban espantados, ¿quién podría ser el autor de dicha atrocidad?; para ello Benito intervino diciendo:
- compadre solo alguien podría ser capaz de hacerle esto sabiendo que hoy se celebra su onomástico, que acaso ya olvidó usted quienes juraron vengarse por haberles ganado la última carrera de caballos; te acuerdas como reaccionaron cobardemente, para mí no pueden ser otros que los hermanos Zegarra
- ¿tú crees? Pregunto Raúl con cierta sospecha
- mire compadre, esta mañana cuando me dirigía a su casa, vi a los tres hermanos que se iban al parecer a “las Lomas”, los cuales al notar que venía hacía aquí, lanzaron un sinfín de carcajadas; así que estoy seguro de que fueron ellos.

Raúl se sentó en un tronco para pensar qué hacer ante la situación; cuando de pronto Benito tuvo una gran idea que lo hizo saltar de su sitio, diciendo:
- no se preocupe compadrito que nadie va a malograr su fiesta, esta noche va a haber comida y en abundancia se lo prometo; así que hágame caso, vaya a su casa y póngase ropa que nunca haya usado, un sombrero y una franela que le tape la cara, con el fin de que no se le reconozca; lo mismo voy a hacer yo, nos encontramos aquí mismo en una hora
- ¿pero qué vamos a hacer? Preguntó Raúl, algo desconcertado
- usted no se preocupe compadre, solo hágame caso y por el camino le explico, nos vemos en una hora. Se despidió Benito.
Así los dos compadres se encontraron en el lugar y hora pactada, vestidos como lo habían acordado, los cuales estaban irreconocibles por el aspecto de forasteros que llevaban; luego montando sus respectivos caballos se fueron con dirección al Cardo, lugar donde se encontraban las casas de los Zegarra, contando Benito su ingenioso plan a Raúl, el cual daría una lección a estos molestos paisanos.
Una vez estando allí se dirigieron a los corrales de los tres hermanos, luego comenzaron a tirar maíz remojado en vino a los animales, sin ser vistos por los familiares de los Zegarra.
La fiesta me quisieron joder
no saben la que les espera,
porque con este camanéjo
no se debieron de meter
Después de haber cumplido con emborrachar a los animales con la mezcla dada, los dos compadres se dirigieron a la plaza del distrito, donde hicieron un llamado de alerta a la población; para lo cual la mayoría de los cardeños contestó, dirigiéndose hacia ellos. Los dos amigos una vez que lograron reunir a toda la gente del pequeño pueblo, se presentaron como especialistas en enfermedades de animales de granja, los cuales fueron enviados de la ciudad de Arequipa para llevar a cabo un control, por motivo de que otras ciudades del departamento se encontraban infestadas con una temible epidemia y así cerciorarse si esta había llegado hasta nuestro valle; luego mandaron a todos los pobladores a revisar sus corrales, con la orden de que si veían algún animal de comportamiento extraño, estos sean traídos de inmediato ante ellos, para que así se los lleven raudamente a las afueras de la ciudad, donde serian quemados y con ello evitar el contagio. Rápidamente toda la gente corrió alarmada a sus corrales sin encontrar ningún comportamiento extraño en sus animales, a excepción de los familiares de los Zegarra; quienes vieron como sus animalitos no podían ponerse en pie, dando uno que otro paso para luego desplomarse; así Raúl y Benito ordenaron que esos animales sean traídos en su totalidad, al haber sido alcanzados por la temible epidemia; entonces los compadres tuvieron que hacerse de una carreta, al ser tal la cantidad de animales que habían recolectado, así se alejaron del lugar dejando vacios los corrales de los tres bribones.
Una vez lejos del distrito comenzaron a festejar y celebrar por haber burlado a los incautos familiares de los Zegarra, pasando luego por cada casa pobre del camino, regalando uno que otro animal, hasta que se quedaron con lo necesario para llevar a cabo la gran fiesta.
Los Zegarra, al llegar la noche retornaron a sus casas luego de haber tenido un arduo día de trabajo en “las Lomas”, sin dejar de regocijarse por haberle malogrado la fiesta a Raúl; una vez que llegaron estos, se dirigieron a sus corrales para guardar los caballos, cuando de pronto grande fue su sorpresa al no encontrar ni uno solo de sus animales, lo cual los llevó a pensar que habían sido presa de ladrones, para luego correr a sus casas a pedir una explicación de lo sucedido, donde sus familiares pusieron al tanto de lo acontecido ese día; los hermanos gritaron de cólera al darse cuenta que habían sido burlados, y que estos dos forasteros no podían ser otros que Raúl y Benito; así que enfurecidos tomaron sus caballos y se dirigieron a la casa del festejado, donde encontraron a toda la gente bailando y cantando de alegría, los cuales al ver a los tres hermanos no dudaron en tirarles las cabezas de sus animales sacrificados, burlándose de estos por habérsele dado una gran lección; por lo cual a los hermanos no les quedó más remedio que retirarse a sus casas, enfurecidos hasta los huesos.

Lo más rico en la vida es comer
más aun si lo que se hizo en las ollas,
uno no se preocupó en alimentar
ni hacer crecer.

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