EL VIRREY LA SERNA Y UN CAMANEJO PATRIOTA
La madre y la patria
es lo que más se respeta
y al que diga que no
se las ve con mi escopeta.
Con los primeros gritos de independencia que propinaban nuestros compatriotas peruanos allá por 1824; se dio que Camaná tuvo la sorpresa de recibir la visita del mismísimo virrey La Serna, quien al ser derrotado en la batalla de Ayacucho huyó hacia nuestra provincia, en compañía del coronel Altahus y una escolta de más de mil hombres.
Al llegar los mencionados personajes a nuestra ciudad, fueron recibidos con gran algarabía por los residentes, quienes ofrecieron a estos hermosos arcos de flores y no dudaron en dar una gran fiesta en la casa de las niñas González; quienes eran unas señoritas muy hermosas, las cuales encabezaron la organización de dicha reunión.
Llegada la noche, la casa lucia más reluciente que nunca con una imponente mesa en medio de la sala, repleta de apetitosos animales perfectamente preparados entre otros manjares; la guitarra no se hizo esperar y así comenzó la fiesta.
Horas más tarde por las cercanías de la mencionada casa, se encontraba pasando Don Ignacio Chávez, quien era un camanéjo patriota que recién llegaba de la zona conocida como “las lomas” lugar donde éste se había enterado de lo acontecido en Ayacucho y pensó que esta fiesta dada en la ciudad, se ofrecía por la liberación de nuestra patria del yugo español.Texto Ignacio no podía resistir mas las ganas de compartir su alegría con la gente del pueblo, así que ni bien puso un pie en la casa de fiesta, vio a un elegante caballero, de imponente figura e impecable traje de cordones dorados en el pecho, el cual llamó su atención; este hombre era el virrey La Serna, quien se encontraba dando unas palabras de agradecimiento por la recepción dada hacia él y sus hombres; cuando de pronto Ignacio ante la emoción, no dudó en sacar su arma y lanzar unos entusiastas disparos al aire, gritando:
- ¡QUE VIVA LA INDEPENDENCIA, QUE MUERA LA SERNA Y QUE VIVA EL PERÚ CARAJO!
Lo cual sorprendió a los presentes y puso al virrey con los pelos de punta, llevándolo a colocarse bajo una de las tantas mesas, para salvaguardar su integridad; por lo acontecido Ignacio fue rápidamente apresado por los guardias del virrey, con lo cual nuestro amigo quedó sorprendido por su insospechado arresto, luego fue llevado al puesto de la guardia, donde se le puso al tanto de quien era el personaje, al cual había interrumpido.
A la mañana siguiente el virrey fue a visitar a Ignacio a su celda y al estar frente a este, le dijo:
- mi buen amigo no te preocupes, porque hoy volverás a casa con los tuyos; yo no puedo juzgarte porque esta tierra es mas tuya que mía y respeto que estés feliz al haber visto triunfar tu ideal, que es impulsado por tu corazón patriota, el cual es igual al mío, que también es fiel a su patria y a la voluntad de su rey.
Así Ignacio fue liberado y luego de unos días el virrey La Serna con su comitiva se preparaban para partir, despidiéndose de los lugareños, cuando de pronto el virrey divisó entre la gente a Ignacio, dirigiéndose hacia él, se bajó de su caballo para luego obsequiarle un hermoso sable, como muestra de respeto por su gran patriotismo; luego de este hecho el virrey se subió a su caballo y partió a su destino Quilca, donde se embarcaría con dirección hacia España.
es lo que más se respeta
y al que diga que no
se las ve con mi escopeta.
Con los primeros gritos de independencia que propinaban nuestros compatriotas peruanos allá por 1824; se dio que Camaná tuvo la sorpresa de recibir la visita del mismísimo virrey La Serna, quien al ser derrotado en la batalla de Ayacucho huyó hacia nuestra provincia, en compañía del coronel Altahus y una escolta de más de mil hombres.
Al llegar los mencionados personajes a nuestra ciudad, fueron recibidos con gran algarabía por los residentes, quienes ofrecieron a estos hermosos arcos de flores y no dudaron en dar una gran fiesta en la casa de las niñas González; quienes eran unas señoritas muy hermosas, las cuales encabezaron la organización de dicha reunión.
Llegada la noche, la casa lucia más reluciente que nunca con una imponente mesa en medio de la sala, repleta de apetitosos animales perfectamente preparados entre otros manjares; la guitarra no se hizo esperar y así comenzó la fiesta.
Horas más tarde por las cercanías de la mencionada casa, se encontraba pasando Don Ignacio Chávez, quien era un camanéjo patriota que recién llegaba de la zona conocida como “las lomas” lugar donde éste se había enterado de lo acontecido en Ayacucho y pensó que esta fiesta dada en la ciudad, se ofrecía por la liberación de nuestra patria del yugo español.Texto Ignacio no podía resistir mas las ganas de compartir su alegría con la gente del pueblo, así que ni bien puso un pie en la casa de fiesta, vio a un elegante caballero, de imponente figura e impecable traje de cordones dorados en el pecho, el cual llamó su atención; este hombre era el virrey La Serna, quien se encontraba dando unas palabras de agradecimiento por la recepción dada hacia él y sus hombres; cuando de pronto Ignacio ante la emoción, no dudó en sacar su arma y lanzar unos entusiastas disparos al aire, gritando:
- ¡QUE VIVA LA INDEPENDENCIA, QUE MUERA LA SERNA Y QUE VIVA EL PERÚ CARAJO!
Lo cual sorprendió a los presentes y puso al virrey con los pelos de punta, llevándolo a colocarse bajo una de las tantas mesas, para salvaguardar su integridad; por lo acontecido Ignacio fue rápidamente apresado por los guardias del virrey, con lo cual nuestro amigo quedó sorprendido por su insospechado arresto, luego fue llevado al puesto de la guardia, donde se le puso al tanto de quien era el personaje, al cual había interrumpido.
A la mañana siguiente el virrey fue a visitar a Ignacio a su celda y al estar frente a este, le dijo:
- mi buen amigo no te preocupes, porque hoy volverás a casa con los tuyos; yo no puedo juzgarte porque esta tierra es mas tuya que mía y respeto que estés feliz al haber visto triunfar tu ideal, que es impulsado por tu corazón patriota, el cual es igual al mío, que también es fiel a su patria y a la voluntad de su rey.
Así Ignacio fue liberado y luego de unos días el virrey La Serna con su comitiva se preparaban para partir, despidiéndose de los lugareños, cuando de pronto el virrey divisó entre la gente a Ignacio, dirigiéndose hacia él, se bajó de su caballo para luego obsequiarle un hermoso sable, como muestra de respeto por su gran patriotismo; luego de este hecho el virrey se subió a su caballo y partió a su destino Quilca, donde se embarcaría con dirección hacia España.
Feliz el ave que puede volar,
feliz el pes que puede nadar
porque un camanejo solo es feliz
cuando grita su libertad.
0 comentarios:
Publicar un comentario