CALDO DE GALLINAS ROBADAS
Que bailen y canten todos en febrero
que es mes del ño carnavalón,
mes donde mi tierra es una fiesta
se pinta y moja feliz el corazón.
En nuestra provincia, allá por el año 1905 los jóvenes de aquella época tenían como costumbre en sus noches de bohemia, elegir a una persona de su grupo ya sea con motivo o sin él, para que sea quien lleve a cabo una intrépida acción, la cual consistía en aprovechar la oscuridad de la noche, para hacerse de una apetitosa gallina de las tantas que abundaban en los patios de las casas de ese entonces y con ello disfrutar del dichoso “caldo de gallinas rodabas”.
Fue así que se dio la visita del limeño Pablo Arce, por motivo de la celebración del aniversario de nuestra provincia, el cual se sentía identificado con esta, ya que sus padres habían nacido ella; dicho joven se hizo de un grupo de amigos, con los cuales vivió un sin fin de aventuras en las noches de bohemia acontecidas en el valle.
Este grupo de jóvenes de la época conformado por Artemio Ramírez, José Chaparro, Juan Rospigliosi, Faustino Pinto, el limeño Pablo Arce y un conocidísimo nuestro el Dr. Don José María Morante, quien en sus años mozos de juventud no fue ajeno a las costumbres de la época. Los cuales pasaban sus días entre aventuras y noches de baile, haciendo gala de sus mejores trajes en las fiestas que se ofrecían en Camaná y sus distritos; bailando y cantando hasta ya no poder hacerlo más, sin dejar de cortejar a las bellas muchachas que se hacían presentes, para luego de una noche de júbilo, elegir al intrépido de la jornada, el cual se haría cargo de la cuestionada costumbre de robar la gallina para preparar el reponedor caldo de esa noche; esta costumbre era repudiada por la gente mayor del pueblo quienes no veían con buenos ojos tal comportamiento, al ser víctimas de la costumbre de los inquietos jóvenes.
que es mes del ño carnavalón,
mes donde mi tierra es una fiesta
se pinta y moja feliz el corazón.
En nuestra provincia, allá por el año 1905 los jóvenes de aquella época tenían como costumbre en sus noches de bohemia, elegir a una persona de su grupo ya sea con motivo o sin él, para que sea quien lleve a cabo una intrépida acción, la cual consistía en aprovechar la oscuridad de la noche, para hacerse de una apetitosa gallina de las tantas que abundaban en los patios de las casas de ese entonces y con ello disfrutar del dichoso “caldo de gallinas rodabas”.
Fue así que se dio la visita del limeño Pablo Arce, por motivo de la celebración del aniversario de nuestra provincia, el cual se sentía identificado con esta, ya que sus padres habían nacido ella; dicho joven se hizo de un grupo de amigos, con los cuales vivió un sin fin de aventuras en las noches de bohemia acontecidas en el valle.
Este grupo de jóvenes de la época conformado por Artemio Ramírez, José Chaparro, Juan Rospigliosi, Faustino Pinto, el limeño Pablo Arce y un conocidísimo nuestro el Dr. Don José María Morante, quien en sus años mozos de juventud no fue ajeno a las costumbres de la época. Los cuales pasaban sus días entre aventuras y noches de baile, haciendo gala de sus mejores trajes en las fiestas que se ofrecían en Camaná y sus distritos; bailando y cantando hasta ya no poder hacerlo más, sin dejar de cortejar a las bellas muchachas que se hacían presentes, para luego de una noche de júbilo, elegir al intrépido de la jornada, el cual se haría cargo de la cuestionada costumbre de robar la gallina para preparar el reponedor caldo de esa noche; esta costumbre era repudiada por la gente mayor del pueblo quienes no veían con buenos ojos tal comportamiento, al ser víctimas de la costumbre de los inquietos jóvenes.
El bribón de esa noche seria esta vez Faustino Pinto, quien se autoproclamó para llevar a cabo la hazaña, alardeando de su destreza en este arte como ellos mismos lo calificaban y por ser el llamado líder del grupo; así que sin pensarlo dos veces y haciendo gala de una envidiable condición física, este pegó un salto y en pocos segundos burló la pared sin hacer mayor esfuerzo, luego de unos minutos, estuvo de vuelta con la gallina muerta bajo el brazo; los jóvenes se retiraron a la casa del autor de la proeza, sin dejar de comentar sobre todo lo acontecido esa noche: sus amores, desamores, contentos y descontentos entre otras cosas.
Buen provecho se decían y no se escuchaba palabra alguna, hasta que los platos quedaban totalmente vacios, felicitando claro está, la destreza del cocinero, quien modestia aparte atribuía el riquísimo sabor de la preparación al hecho de que esta gallina sea robada y no a su sazón, lo cual era motivo de risa para todos.
Qué rica la gallina de don Carlos
gordita y pechugona
pero más deliciosas me parecen
sus hijitas Marianita y Ramona.
Casi sin avisar llegaron los carnavales veraniegos y en una fiesta ofrecida el mismo 15 de febrero que era cumpleaños de don Román Salazar, este invitaba a su casa a los jóvenes de la época, donde luego de almorzar salían a jugar con los ya desaparecidos polvos “magnolia” y botellitas de agua florida; allí también había una gran mesa llena de apetitosas frutas, las cuales por medio de la algarabía, se convertían en parte del juego de los jóvenes; luego en medio de la fiesta estos muchachos aprovechaban para cortejar a las bellas señoritas, como lo hizo un día de esos Pablito Arce, el cual quedó impactado por la belleza de una muchacha de nuestra provincia, solo que la joven a la cual él pretendía era ni más ni menos que Marianita Granda, quien ya enamoraba varios años con Faustino Pinto; el mismo que ese día fue puesto al tanto de la pretensión del forastero amigo; así que por la amistad que había entre ambos, el supuesto ofendido increpó de buena manera a Pablo, creyendo que no se trataba más que de un malentendido, como lo afirmó el mismo visitante, dándose estos la mano y pasando el incidente por alto.
Así pasaron los días y Faustino fue una tarde a visitar a Marianita como ya era costumbre, acercándose a su ventana donde después de tocar esta con unos golpes característicos, se presentó la muchacha hecha una fiera increpándole a este por haber supuestamente hablado mal de ella, en cuanto a su comportamiento jovial con los demás hombres; la ofendida joven luego de enterarse del hecho no quería volver a ver a su sorprendido enamorado. A Faustino le causó gran sorpresa lo dicho por su enfurecida amada, hasta que por fin logró tranquilizarla y luego de esto, le pidió que por favor le dijera quien le había dicho tales cosas, de las cuales él negaba ser el autor; hasta que Mariana luego de unos minutos, ya más tranquila y dudando sobre lo antes dicho por parte de su enamorado; decidió decirle quien le había contado tal cosa; así mirando a los ojos a Faustino le dice:
- fue Pablo, tu amigo
- ¡pero qué cosa!
Dijo el joven, el cual no podía creer que su supuesto amigo sería capaz de llevar a cabo tal acto; luego los dos siguieron conversando sin dejar de mencionar lo sucedido y por supuesto con Mariana ya completamente convencida de la inocencia de su novio.
Pasaron los días y Faustino se encontraba ideando un plan para vengarse de su supuesto amigo Pablo, así que a la semana siguiente el joven contó de lo sucedido al resto de amigos, pidiendo a estos que por favor lo ayuden a llevar a cabo su venganza, los cuales accedieron gustosos; horas más tarde llegada la noche, luego de bailar y cantar como era costumbre, los jóvenes se retiraron a sus casas contentos por ser esta, la última fiesta de carnavales del año, después de haberse divertido tanto y donde no podía faltar la intrépida costumbre; así que Faustino señaló a Pablo como el elegido para llevar a cabo la proeza de esa noche, quien tomó la designación con gran asombro, pero este no podía rehusarse a tal elección.
Así llegaron a la parte trasera de una casa y Faustino dijo:
- aquí es, así que suerte mi amigo
Pero esta casa no sería ni más ni menos que la de los padres de Marianita, a lo cual el joven accedió al no saber quién era dicho propietario; una vez estando allí adentro y valiéndose de la oscuridad que reinaba esa noche, el joven logra sacar una gallina de su corral, cuando de pronto se escucharon una serie de bulliciosos ruidos dados por los otros animales del corral, producto de numerosas piedras que caían sobre ellos, acto seguido por una serie de risotadas por parte de los jóvenes, quienes a la vez gritaban ¡ladrón! ¡ladrón! desde las afueras de la casa. Este hecho despertó al padre de Mariana, quien salió provisto de una gran escopeta, pensando que se trataba de un malhechor que intentaba apropiarse de uno que otro animal de su corral; de pronto el joven emprendió la huida, tropezando en la oscuridad de la noche y preso de la desesperación fue atrapado por el señor dueño de casa, ante la sorpresa de todos sus familiares que despertaron con el ruido, para luego este conducir a Pablo al puesto de guardia.
El asustado muchacho fue recluido toda la noche, sin dejar este de dar gritos de inocencia e intentar explicar lo sucedido; el grupo de jóvenes, amigos de Faustino al enterarse de lo acontecido, se felicitaron por haber logrado su propósito de dar su merecido al irrespetuoso y desleal Pablo, quien al día siguiente avergonzado por el hecho, partió hacia su ciudad natal.
Buen provecho se decían y no se escuchaba palabra alguna, hasta que los platos quedaban totalmente vacios, felicitando claro está, la destreza del cocinero, quien modestia aparte atribuía el riquísimo sabor de la preparación al hecho de que esta gallina sea robada y no a su sazón, lo cual era motivo de risa para todos.
Qué rica la gallina de don Carlos
gordita y pechugona
pero más deliciosas me parecen
sus hijitas Marianita y Ramona.
Casi sin avisar llegaron los carnavales veraniegos y en una fiesta ofrecida el mismo 15 de febrero que era cumpleaños de don Román Salazar, este invitaba a su casa a los jóvenes de la época, donde luego de almorzar salían a jugar con los ya desaparecidos polvos “magnolia” y botellitas de agua florida; allí también había una gran mesa llena de apetitosas frutas, las cuales por medio de la algarabía, se convertían en parte del juego de los jóvenes; luego en medio de la fiesta estos muchachos aprovechaban para cortejar a las bellas señoritas, como lo hizo un día de esos Pablito Arce, el cual quedó impactado por la belleza de una muchacha de nuestra provincia, solo que la joven a la cual él pretendía era ni más ni menos que Marianita Granda, quien ya enamoraba varios años con Faustino Pinto; el mismo que ese día fue puesto al tanto de la pretensión del forastero amigo; así que por la amistad que había entre ambos, el supuesto ofendido increpó de buena manera a Pablo, creyendo que no se trataba más que de un malentendido, como lo afirmó el mismo visitante, dándose estos la mano y pasando el incidente por alto.
Así pasaron los días y Faustino fue una tarde a visitar a Marianita como ya era costumbre, acercándose a su ventana donde después de tocar esta con unos golpes característicos, se presentó la muchacha hecha una fiera increpándole a este por haber supuestamente hablado mal de ella, en cuanto a su comportamiento jovial con los demás hombres; la ofendida joven luego de enterarse del hecho no quería volver a ver a su sorprendido enamorado. A Faustino le causó gran sorpresa lo dicho por su enfurecida amada, hasta que por fin logró tranquilizarla y luego de esto, le pidió que por favor le dijera quien le había dicho tales cosas, de las cuales él negaba ser el autor; hasta que Mariana luego de unos minutos, ya más tranquila y dudando sobre lo antes dicho por parte de su enamorado; decidió decirle quien le había contado tal cosa; así mirando a los ojos a Faustino le dice:
- fue Pablo, tu amigo
- ¡pero qué cosa!
Dijo el joven, el cual no podía creer que su supuesto amigo sería capaz de llevar a cabo tal acto; luego los dos siguieron conversando sin dejar de mencionar lo sucedido y por supuesto con Mariana ya completamente convencida de la inocencia de su novio.
Pasaron los días y Faustino se encontraba ideando un plan para vengarse de su supuesto amigo Pablo, así que a la semana siguiente el joven contó de lo sucedido al resto de amigos, pidiendo a estos que por favor lo ayuden a llevar a cabo su venganza, los cuales accedieron gustosos; horas más tarde llegada la noche, luego de bailar y cantar como era costumbre, los jóvenes se retiraron a sus casas contentos por ser esta, la última fiesta de carnavales del año, después de haberse divertido tanto y donde no podía faltar la intrépida costumbre; así que Faustino señaló a Pablo como el elegido para llevar a cabo la proeza de esa noche, quien tomó la designación con gran asombro, pero este no podía rehusarse a tal elección.
Así llegaron a la parte trasera de una casa y Faustino dijo:
- aquí es, así que suerte mi amigo
Pero esta casa no sería ni más ni menos que la de los padres de Marianita, a lo cual el joven accedió al no saber quién era dicho propietario; una vez estando allí adentro y valiéndose de la oscuridad que reinaba esa noche, el joven logra sacar una gallina de su corral, cuando de pronto se escucharon una serie de bulliciosos ruidos dados por los otros animales del corral, producto de numerosas piedras que caían sobre ellos, acto seguido por una serie de risotadas por parte de los jóvenes, quienes a la vez gritaban ¡ladrón! ¡ladrón! desde las afueras de la casa. Este hecho despertó al padre de Mariana, quien salió provisto de una gran escopeta, pensando que se trataba de un malhechor que intentaba apropiarse de uno que otro animal de su corral; de pronto el joven emprendió la huida, tropezando en la oscuridad de la noche y preso de la desesperación fue atrapado por el señor dueño de casa, ante la sorpresa de todos sus familiares que despertaron con el ruido, para luego este conducir a Pablo al puesto de guardia.
El asustado muchacho fue recluido toda la noche, sin dejar este de dar gritos de inocencia e intentar explicar lo sucedido; el grupo de jóvenes, amigos de Faustino al enterarse de lo acontecido, se felicitaron por haber logrado su propósito de dar su merecido al irrespetuoso y desleal Pablo, quien al día siguiente avergonzado por el hecho, partió hacia su ciudad natal.
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