martes, 20 de octubre de 2009

LAS PROCESIÓNES


Llegada la semana santa y con ella las muestras de fe no se hacían esperar así las mujeres de nuestra provincia comenzaban a prepararse para las procesiones respectivas, donde demostraban su fe llevando a cabo estas con gran devoción sufriendo alguna que otra penitencia, tratando de sentir los mismos dolores que sintió nuestro señor Jesucristo al caminar rumbo al calvario con la cruz en las espaldas, como muestra de fe o cumplimiento de una promesa hecha al pedir algún milagrito al altísimo.
Es por ello que la gente antigua cuenta la historia de una mujer la cual era muy conocida por su inquebrantable fe y agradecimiento al señor, esta fe apareció desde el día en que esta religiosa mujer tuvo la desdicha de ver enfermar a su menor hija de un extraño mal, el cual la postró en cama por varias semanas y hasta fue desauseada por los médicos quienes le daban unos días de vida solamente; así como todas las noches la desesperada madre acudió a rogarle como lo hacia por reiteradas veces al señor que salve a su hija prometiendo que ella lo acompañaría en sus procesiones descalza y con una gran corona de espinas en la frente, hasta el final de sus días; lo cual le pareció a esta mujer que con lo prometido el señor salvaría a su hija de su anunciada muerte, así pasaron los días y como cosa extraña una mañana cualquiera la muchacha logró ponerse de pie pero la alegría de su madre no duraría mucho ya que esta mujer a los pocos días cayó postrada en cama de forma también extraña, víctima de una fulminante pulmonía que luego de unos días la llevo a mejor vida ante la pena de sus familiares y conocidos. La fervorosa mujer fue enterrada en el cementerio de la ciudad ante los ciudadanos que no salían de su asombro y se preguntaban como esta saludable mujer a quien veían cada noche ir a la iglesia a pedir por su hija luego de la recuperación de esta, haya muerto.
Así con el paso de los años se dio un caso curioso en la iglesia del pueblo, ya que días antes de la procesión por semana santa donde cada mañana aparecían extrañas flores que adornaban el altar que iba a salir en procesión como anteriormente lo hacía Doña Meche, lo cual fue pasado por alto por las encargadas de dicho oficio. Así salía la procesión el día señalado y luego de esta muchos de los fieles comentaban ver entre la multitud un reconocible velo el cual les parecía mucho al de Doña Meche y al momento de acercarse a dicha mujer esta se perdía entre la gente, lo cual llevó a pensar a todos que ella seguía entre nosotros de alguna manera, lo que explicaba también las extrañas apariciones que adornaban a nuestro señor, por muchos años este hecho se vino repitiendo con la aparición de flores en el altar del santísimo en vísperas de la procesión y mucha gente aseguró haber visto a dicha mujer en la procesión tan fervorosa como siempre se le veía con los pies descalzos y con la pequeña corona de espinas que se disimulaba en el velo. El padre intervino y contó que a él también le parecía haber visto a Doña Meche en las procesiones y que esto se debía a la promesa que le hizo esta mujer al señor de acompañarlo por siempre en las procesiones a cambio de que este le haga el milagro de cuidar a su hija y al parecer esto esta ocurriendo.
Este hecho se difundió con el tiempo y otras personas comentaban haber visto en la procesión personas ya fallecidas que en vida habían sido fervientes religiosas y llegaron a la conclusión de que tal eran las promesas y la religiosidad de estas personas que después de muertas seguían cumpliendo sus promesas hechas al señor.

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