Firmes, descanso y atención
que entró el maestro al salón,
al que no siga la orden
le caerá su coscorrón
Cosa curiosa me pareció el enterarme, que cuando mi padre y abuelo pasaron sus tempranas vidas por las aulas del colegio, estos sufrieron más de uno y mil problemas, con los ejemplares castigos que les imponían sus maestros de escuela, propios de la educación de aquellos tiempos; para así reprocharme diciendo:
- ¡educación, la de mis tiempos!
Es que si bien es cierto, la rigurosidad con la que ellos fueron tratados en los años en que recorrieron aulas, recibiendo castigo y todavía del bueno, es digno de comentario y admiración; para yo más bien agradecer, el no haber padecido tan severas y drásticas técnicas educativas. Así que como remembranza a esa frase “educación la de mis tiempos” es que procedo a contarles esta costumbre, que a su vez está inspirada en un relato del Dr. José María Morante, el cual fue un destacado alumno en su momento, para luego convertirse en un recordado maestro que formó en aulas a grandes generaciones de jóvenes de nuestra provincia, cuya educación como el mismo narra me hace recordar los sermones de mis ascendientes y a la vez también apreciar el periodo evolutivo educacional, del cual los jóvenes de mi época gozamos.
Así comienzo a contarles sobre don Carlos Zúñiga, educador que nació a los pies del Misti, de quien se dice fue por demás severo, riguroso y recto; como a la vez un hombre muy trabajador. Igualmente lo vivió en carne propia, el autor de nuestra monografía y su fiel compañero de estudio don Pedro Cárdenas, quien años más tarde se convertiría en uno de los hombres más reconocidos de nuestra provincia; quienes luego de cometer una que otra travesura fueron víctimas de la palmeta, el látigo y la regla; con la que se castigaba a los niños de ese entonces que cometían un acto de indisciplina, producto de la inquietud de su niñez.
Una mañana de clases, ni bien sonó la campana del recreo, el inquieto Pedrito se percató de la presencia de un burrito que se encontraba en un rincón del patio, pastando tranquilamente; así que este no dudó en desatarlo y darle una que otra palmada, para lo cual el borrico salió a toda marcha por el local del plantel, ante las risas y gritos de los niños presentes.
Niño quedate quieto
travieso pata de judas,
que ahorita te chapo
y el pescuezo te aprieto
El animalito corrió y corrió ante el asedio jubiloso de Pedrito y sus compañeros; seguidamente el asustado burrito se dirigió hacia el aula del quinto grado, donde la maestra de escuela Victoria Gutiérrez se encontraba dando clases, asustando a todos en el recinto; luego para colmo de males este animalito atendiendo al llamado de la naturaleza y empeorando la situación, ensució el piso del aula, ante la sorpresa de todos; la maestra alzó la voz y dio un grito diciendo:
- ¿quién es el culpable de esto?
De pronto un gran silencio se apoderó del salón de clases y una a una las miradas se fueron dirigiendo hacía Pedrito, quien llegó con sus compañeros de travesura al aula en mención; la maestra dirigiéndose al supuesto autor, le dijo:
- voy a dar parte de esto a tu maestro
El niño pensando que la travesura no había terminado. Le respondió:
- no le dé parte, mejor désela toda, ya que mañana es cumpleaños de este y creo que le hará falta un buen pastel
Haciendo referencia a lo expulsado por el animal, lo cual fue motivo de risas por parte de los alumnos y del mismo Pedrito, que no se percataba aun de la magnitud de su travesura.
Por lo sucedido el intranquilo niño fue llevado a rendir cuentas por su comportamiento ante el director de escuela y su maestro don Carlos Zúñiga, quienes le increparon por su conducta, diciendo:
- Pedrito ¿otra vez tu?, dime ¿porque te comportas de esa manera?
El niño mostrando algo de arrepentimiento, levantó su cabeza dirigiéndose a sus educadores pidiendo una disculpa a estos; los dos maestros se miraban sorprendidos al ver que este pequeño, había sido capaz de causar tremendo alboroto. Tratando de pensar en un castigo ejemplar, el cual logre enderezar la conducta del travieso; entonces los educadores acordaron imponerle la sanción, el día lunes siguiente.
Pedrito sabía que el día sábado se celebraba el onomástico de su maestro don Carlos y que este, tenía la costumbre de premiar a los alumnos que ese día le llevaban obsequios, otorgándoles respectivas tarjetas de disculpas, pensando que así estas aliviarían en algo su castigo. Llegado el día esperado por los alumnos del cumpleañero uno a uno iban apareciendo, provistos de patos, gallinas, pavos, camotes, pocos de frejol entre otros obsequios; los cuales eran bien recibidos por el maestro y con ello entregadas a su vez, las deseadas tarjetas de disculpas, las cuales valían doblemente si estas llevaban su firma al ser canjeadas por algún animal, como dicha autoridad lo señalaba y una disculpa por cada poco de arroz, frejol o algún otro producto, cuya tarjeta de disculpa no tenía la rúbrica del maestro; el travieso niño no podía dejar pasar esta oportunidad, así que este juntó la mayor cantidad de obsequios en compañía de su fiel amigo José María quien apoyó a su compañero en esta misión.
Así llegado el mediodía del sábado, los dos muchachos tenían en su poder dos gallinas, dos patos, un pavo y un poco de camote; con lo cual Pedrito creía que sería más que suficiente, para suplir el castigo que le impondría su maestro, recaudando cinco tarjetas con sus respectivas firmas y una sin ella; luego al momento de repartir las tarjetas de disculpas, Pedrito insistió en que su buen amigo se quedara con una de las once disculpas que lograron obtener, guardándose para el tan solo diez; exigiendo este a José María para que conserve una para su uso personal; a lo cual el niño se rehusaba, por creer que esta le haría más falta a su compañero, para lo cual Pedrito le replicó diciendo:
- mi buen amigo, mejor guárdalo para otra ocasión en que te haga falta, yo creo que con las diez disculpas que cuento, son más que suficientes.
Llegado el día lunes, Pedrito fue llamado al pupitre del maestro Zúñiga, donde el niño pidió las disculpas correspondientes y presentó sus tarjetas de disculpas recaudadas, creyendo que con ello quedaría todo zanjado; pero esto no fue así, ya que el maestro le dijo:
- mira Pedrito para que te libres de esta sanción, necesitas cuanto menos veinte disculpas, ya que tu travesura ha sido tremenda y tu solo cuentas con diez, así que atente a las consecuencias. Pedrito no sabía qué hacer, dada la noticia por parte del maestro, pero de pronto se le ocurrió una gran idea; así que le dijo a su maestro:
- bueno profesor sé que me he equivocado, lo reconozco pero por favor permítame atenuar mi situación haciéndole una pregunta de ciencias naturales que no me ha quedado clara, si usted no me contesta me tendrá que dar diez disculpas con las cuales yo saldré bien librado; pero si me contesta entonces yo le otorgaré una de mis disculpas y me quedaré con nueve, agravando mi situación.
El maestro lo pensó por unos momentos y creyendo en el arrepentimiento del muchacho accedió a su petición diciendo:
- haber Pedrito más vale que tu pregunta sea buena, así que comienza
- ¿Cuál es el animal que sube a las lomas en dos patas, una vez que llega, lo hace con tres, de regreso baja con cuatro y cuando llega lo hace con cinco
El maestro pensaba que esto se trataba de una agarrada, así que lo pensó y pensó ante la sorpresa de todos los alumnos presentes que veían en la cara del instructor cierto desconocimiento ante la pregunta hecha, este luego de un momento de silencio se dio por vencido y dijo a Pedrito:
- la verdad, no sé la respuesta
El niño al escuchar esto corrió alegremente a su lugar a abrazar a sus compañeritos que gritaban alegremente; Pedrito rápidamente se dirigió a José maría y le dijo:
- dame por favor la tarjeta con la disculpa que te entregué
- pero para qué la quieres. Replicó el muchacho
- que no te das cuenta que esto todavía no ha terminado
José María procedió a dar su única disculpa a Pedrito, cuando de pronto un fuerte golpe de tableta sobre el pupitre dejó a todos pasmados, era el maestro Zúñiga quien intervino, para que Pedrito le de la dichosa respuesta; el avispado alumno se le acercó y le dijo:
- bueno maestro yo ya cumplí mi parte del trato, porque usted no supo dar una respuesta a mi pregunta, así que mi castigo ha quedado olvidado por las veinte disculpas que he logrado conseguir
- ¿Así? todavía esto no se acaba, me tienes que decir la respuesta
El niño se le acercó al maestro diciéndole:
- bueno, yo también voy a cumplir mi parte del trato y como se lo prometí le entrego una de mis disculpas porque yo tampoco se cual es ese animal, ni siquiera sé si existirá
El aula quedó perpleja ante la respuesta de Pedrito, mientras todas las miradas apuntaban al maestro Zúñiga, cuando de pronto una gran carcajada brotó de los labios del maestro, quien en sus años de ejercicio no había visto un niño con tal ingenio y osadía; así que este decidió perdonar al muchacho mandándolo a su asiento, sin dejar de pensar en la lección que el intrépido niño le había dado, pensando en que no siempre reza el dicho que dice: “mas sabe el diablo por viejo que por diablo”, esta vez creo que claramente no fue así.
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